sábado, 30 de abril de 2011

Campo abierto.

Tómame de la cintura, como si quisieses que fuera tuya. Arráncame el alma antes de que yo me lo espere. Haz de nuestra antigua rutina algo inesperado. Supera toda sospecha mía, hoy no quiero que seas coherente ni predecible. Bésame sin arrepentirte. Y mírame. Déjame romper tu mirada, déjame entregarme como nunca has soñado, como nunca he planeado. Llévame hasta la más absoluta de las locuras. He aprendido a romper los caminos, he roto la senda trazada antes si quiera de recorrerla. Y ahora corro a campo abierto, con los pulmones abiertos respirando el aire fresco. Y por ahora no voy a arrepentirme. Más emoción y menos reflexión, más impulso. Y cuando corro, como ahora, no pienso en nada, pienso en el tic inmediato del reloj, y me dan igual los baches que están a dos metros de nosotros. Me voy a caer, y lo presiento. Pero la velocidad que he alcanzado es emocionante, excitante.

¿Esto es lo que llaman juventud?

Maldita sea, que poco la he vivido entonces. No es la primera vez que corro, pero antes lo hacíamos en pistas de fondo, dando vueltas a un recorrido asignado. No sé si tú has corrido como ahora antes, pero cuando nos caigamos no creo que nos levantemos juntos. Esta vez yo seguiré corriendo, campo a través, sin rumbo. Tú probablemente hagas lo mismo. Y si en el infinito campo volvemos a cruzarnos puede que ya signifique algo, tal vez sea el destino con sus invisibles hilos el que trace una ruta de baches que nos haga encontrarnos una vez más. Hasta entonces, suerte en tu carrera. Yo me bañaré de tu olor para recordarte en mi camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario