domingo, 1 de mayo de 2011

La verdad es única, objetiva y alcanzable.

Mentira:
Conforme pasa el tiempo y cargo mi mochila de más experiencias descubro la enorme farsa de esa teoría. Es teoría, porque aquí no hay nada absoluto, y hasta prueba en contrario, nadie puede gritar a los cuatro vientos sus verdades proclamándolas como absolutas.
Conforme pasa el tiempo he aprendido a odiar más a todo lo absoluto.
Si hiciese una profunda reflexión diría que no tengo ni idea, pero de nada. Y no porque sea la persona más influenciable del mundo, sino porque puestos a interpretar, las posibilidades son tantas que podrían alcanzar el infinito. Pero nos gusta sentirnos seguros con nuestras verdades, y nos decimos a nosotros mismos que son las auténticas, las valiosas. Y nos olvidamos de lo que digan los demás, no nos gusta hacer esfuerzos por comprender, sino por rebatir. Al final la cuestión es un tema más de orgullo que de debate. La gente no quiere encontrar la verdad, la gente quiere defender su verdad. Afrontar la realidad es de valientes. Seguir plácida y cómodamente en nuestra realidad de plastilina es lo ideal. Por eso no nos gusta que nos cambien nuestras ideas, no queremos descubrir la multiplicidad de la realidad, sino reducirla, acotarla, convertirla en más manejable, más simple.
Probablemente no te imaginas tu vida de otra manera hasta que pierdes el norte, hasta que das un cambio de 180º a tu realidad. Es entonces cuando se amplía la visión del horizonte. Cuando puedes vislumbrar lo grande que es el mundo, las infinitas posibilidades y las infinitas variantes.
Y luego dicen que el infinito no existe.
Infinitamente estúpidos nosotros que lo queremos reducir, infinitamente...

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